Ante mí se extendía la extensión del cielo, un lienzo infinito de belleza. Nubes esponjosas que parecían algodón de azúcar flotaban sin esfuerzo, adornadas con tonos rosados y dorados mientras el sol se despedía. La luz del día que desaparecía pintaba el horizonte en tonos púrpura y naranja, formando un fascinante tapiz de colores. Al caer la noche, pequeños diamantes brillantes emergieron en forma de estrellas, decorando el fondo aterciopelado de color azul medianoche. La luna, una perla radiante, proyectaba su suave resplandor, iluminando el mundo que había debajo. Ser testigo de un espectáculo tan impresionante me recordó la inmensidad y la grandeza de nuestro universo, llenándome de un profundo sentimiento de gratitud. En ese momento, no pude evitar sentirme abrumado por el cielo siempre cambiante y siempre inspirador.
Autor: thangnv